
El avión debió aterrizar de emergencia y luego su tripulación no pudo volver a subir, por lo que pasaron demasiado tiempo en el aeropuerto
El día comenzó sin sorpresas para Scott Wardle, piloto de United Airlines. Como tantas otras jornadas, había revisado las rutas previstas, dentro de Estados Unidos: Boise-Houston y después Houston-Phoenix. Los procedimientos habituales. Todo apuntaba a ser una rutina más, hasta que una llamada de la tripulación rompió esa frágil calma.
Habían pasado 45 minutos desde el despegue cuando llegó la noticia: un pasajero se había desmayado en pleno vuelo. Enseguida se movilizó la asistencia a bordo. Dos médicos y una enfermera, entre los pasajeros, acudieron al afectado.
Wardle, por su parte, también decidió actuar rápido. Con firmeza y claridad, informó a los pasajeros de un aterrizaje no planificado en Albuquerque, el aeropuerto más cercano, para garantizar que el afectado recibiera atención médica inmediata.