
“Me parece que se va a llamar ‘La hija de la lágrima’”, le dijo Charly García a sus músicos, una noche al pasar, en su departamento de Coronel Díaz. El origen de ese nombre, según describió el baterista Fernando Samalea en su libro “Qué es un longplay”, está relacionado con una pelea callejera entre dos gitanas que presenció el artista en la rambla de Barcelona. Una le dio una cachetada a la otra y le dijo: “No te olvides nunca, de que soy la hija de la lágrima”.
La grabación de La hija de la lágrima arrancó en los estudios ION. En una jornada participó una orquesta para registrar el track instrumental de tres minutos, compuesto por Carlos Villavicencio, que dividió en dos al disco. “Charly me pidió un tema orquestal que rompiera con todo lo que venía pasando hasta ese momento. Fue una reunión una tarde en su casa. Él en la cama me hacía escuchar lo que tenía hecho del disco y yo iba anotando. Pero después, por cuestiones de agenda mía se me complicó y lo único que hice fue componer ‘Interludio’”, contó el director en el libro de Roque Di Pietro, “Esta noche toca Charly”.